(English version soon)
Este conjunto escultórico es una interpretación de la moda colonial de los primeros habitantes de La Carlota (Córdoba). La obra se incluye en el programa de arte contemporáneo Ilustrada – La Carlota, llevado a cabo en diciembre de 2020, impulsadas por el Ayuntamiento de La Carlota y la Fundación Rafael Botí, y comisariadas por el artista local Antonio Hermán.
El concepto detrás de las representaciones artísticas de las jornadas es la interpretación de la historia pasada y reciente de La Carlota, sus costumbres y sus habitantes, con la intención de acercar estos orígenes a las nuevas generaciones y de sacar la cultura a las calles y a los edificios más emblemáticos de la ciudad. Esta obra escultórica nos acerca, mediante la moda, al curioso hecho histórico que supuso la repoblación de una zona interior del sur de la provincia de Córdoba y otras zonas de Andalucía con familias que venían de países como Alemania, norte de Francia o Suiza. También de otras partes de España. La apariencia es lo que primero habla de las personas, y las vestimentas son una pieza fundamental en la apariencia de estos colonos que, al llegar a la “tierra prometida”, producen un choque cultural; la moda del momento en Andalucía era mucho más sencilla y recatada en colores, por tanto los colonos introdujeron en cierto modo el color y el atrevimiento en la comarca. Por otro lado, el clima de esta zona hacía que determinados tejidos y cantidades de tela no fueran los adecuados, así los colonos se tuvieron que adaptar igualmente a la moda local.
Esta obra, además de representar figurativamente las ropas de estos primeros habitantes de La Carlota, tiene una carga conceptual que reflexiona sobre la introducción de lo extraño, la influencia de éste en la tierra que lo acoge, y a su vez la influencia del lugar de acogida sobre el individuo foráneo. Cómo lo externo acaba siendo lo patrio. Por eso las piezas que conforman el grupo escultórico están diseñadas para mimetizarse por un lado con el edificio que las acoge, y por otro para otorgar al edificio un nuevo punto de vista. Que, con el tiempo, antiguo y nuevo pasen a ser uno.
La presente obra tiene como destino la instalación en una de las fachadas del histórico edificio de la Real Posada y Fonda de La Carlota, conservado desde 1769 y nombrado edificio BIC.
Se trata de un grupo escultórico realizado en cerámica, compuesto por cuatro elementos principales: el brazo con un pañuelo al hombre de una mujer, el sombrero de una mujer con la mano que lo agarra, el chaleco del torso de un hombre, el sombrero de un hombre y el antebrazo y la mano que lo agarra. Su función es artística principalmente, conceptual y decorativa. Cada uno de los elementos principales mencionados anteriormente constan a su vez de varias piezas que se disponen juntas, como si de un mural se tratara, y que se han dividido así por motivos técnicos pero no siempre se diferencian a la vista. Las piezas están hechas a mayor tamaño que el tamaño natural de las personas por su ubicación en una gran pared y a gran altura. Sin embargo, la proporción de las piezas entre sí es equilibrada.
La decoración de las piezas varía de un elemento a otro. Los brazos y manos o parte del cuerpo visible tienen un acabado liso o con la textura propia del modelado de las manos y en el color mate de la arcilla para que no tengan demasiado protagonismo. Las mangas presentan un acabado semi-mate en blanco para que contraste con el aspecto antiguo de la pared. El sombrero femenino tiene una textura de saco o paja y un color ocre mate propio de la arcilla, y está decorado por divisiones geométricas en color negro y una cinta y dos rosas con esmalte blanco brillo. El sombrero masculino está decorado mediante textura rugosa y acabado oxidado negro mate, solamente adornado por un cordón trenzado en negro brillo que acaba con dos bolones. El acabado de los sombreros tiene el objetivo de destacar y llevarse las miradas sin dejar de mimetizarse con el edificio. El pañuelo de la mujer presenta una textura lisa con acabado en azul cobalto brillo, interrumpido por un estampado de flores de cinco hojas en el tono ocre mate de la arcilla. El chaleco del hombre están decorados mediante esmaltes rojo y negro brillo. Estos dos elementos son los que aportan el toque de color y decorativo a la obra.
Soy un convencido de que en la variedad está el gusto, que las diferencias suman más que restan, y que la recepción de cultura de otros lugares enriquece a un país o región. Por otro lado, cuando pienso en sociedad y culturas, una vía fundamental de genuinidad y expresión para mí es la moda, la forma de vestir y el por qué de esta. Y finalmente, tanto para conocer estas diferencias como para saber valorarlas, necesitamos comunicación y educación.
Por estas razones, cuando se me propone participar en las jornadas ILUSTRADA cuyo objetivo era, precisamente, ilustrar a los contemporáneos sobre la historia de la colonización de la zona a través del arte, me planteé como reto diseñar una obra que aunara los tres principios anteriores: importancia de las diferencias culturales, la moda como vía de expresión cultural y la educación o reflexión como función del arte. Conocido finalmente el edificio sobre el que iría expuesta, sus dimensiones y su reconocimiento como Bien de Interés Cultural, el reto se complicó bastante. A la complejidad de convertir todo el concepto anterior en una obra cerámica, se sumaba el tener que hacerlo en grandes dimensiones para que fuera visto, y el tener que partir de una conjunción con un edificio que tiene toda la importancia en sí mismo. Además, la idea de que esto sería expuesto en la calle, al público, en lo que entiendo como algo que va a formar parte de la identidad de un pueblo, era una responsabilidad más.
Con esta obra, he aprendido que lo conceptual no tiene por qué ser abstracto siempre, ni lo figurativo siempre simple o meramente decorativo. La obra me ha enseñado a pensar en gran formato, manteniendo el detallismo y el realismo, pero respetando una sutileza estética que no muestre más de lo necesario. Y sobre todo, he aprendido, como si fuera un modista, a hacer un traje a medida para un edificio, para un lugar de exposición, y no para una persona.